Los cómics de “Star Wars“, que durante los últimos veinte años habían estado en manos de la editorial norteamericana Dark Horse Comics, regresaron a Marvel Comics en el año 2009, cuando Walt Disney Pictures adquirió LucasArts y Lucasfilm Ltd. La Casa de las Ideas relanzó recientemente la franquicia de cómics, y el sello Planeta Cómic lo celebró publicando los primeros números de las tres colecciones a precio de saldo. Empezó con “Star Wars” de Jason Aaron y John Cassaday y sigue adelante con “Star Wars. Darth Vader” de Kieron Gillen y Salvador Larroca.
image1Me imagino la escena, un lunes por la mañana en la planta séptima de la sede de La Casa de las Ideas en la calle 50 de Nueva York, con dos docenas de ejecutivos encobartados y trajeados sentados en una larga mesa repleta de capuccinos humeantes del Starbucks de la esquina. En un extremo de la mesa, apartados del resto, en silencio y con evidentes muestras de aburrimiento, directivos de Disney y Lucasfilm tomando notas de las propuestas de los responsables de Marvel Comics para las nuevas series basadas en los personajes de “Star Wars”.
– ¿Y los ewoks?- diría uno de ellos, un tipo orondo, de rostro aceitunado y unos ojos enormes y expresivos. Hablar el primero suele ser arriesgado, pero si la propuesta es buena sirve para adelantarse al resto y llevarse las medallas. Seguramente el tipo, sonriente y ufano, pensaba que una serie dedicada a los adorables osos de peluche de la luna de Endor era una buena elección si se pensaba en el público infantil. Quizás no recordaba que Marvel Comics dirigía sus productos a un público distinto, y que a mediados de los años ochenta dos infumables películas dedicadas a estas criaturas (“Ewoks: La Batalla por Endor” y “Caravana de Valor: La Aventura de los Ewoks”) demostraron que no eran un producto con potencial. Como negocio resultaron un fracaso, y los ewoks eran ya una opción descartada de antemano.
Los directivos de Disney y Lucasfilm ni se molestaron en anotar su sugerencia. Incluso uno de ellos tomo nota mental de cara a futuros cambios de personal y candidatos a ocupar un lugar en la lista del paro.
– ¿Y la princesa Leia?- diría una mujer espigada, una soltera avinagrada entrada en años con quilos de maquillaje ocultando un mar de arrugas incipiente. Aunque odiaba las princesas, y detestaba el estereotipo de mujer que proponía Disney con sus Elsa, Aurora, Rapunzel, Blancanieves y compañía, aunque estaba encantada con el estilo y la clase de Barbie, sabía que las chicas podrían encontrar en Leia Organa un modelo de la mujer moderna, del siglo XXI, que se quería vender. Una princesa de alta alcurnia, capaz de lucir vestidos de alta costura bordados con hilo de oro y joyas durante las noches de Coruscant y de meterse hasta las rodillas en montañas de excremento de bantha para enfrentarse a una horda de stormtroopers durante el día. Una mujer con carácter, una mujer femenina pero con coraje.
En apariencia, los directivos de Disney y Lucasfilm no mostrarían el menor entusiasmo. Hieráticos y inexpresivos como esculturas griegas de mármol, un observador atento vería como en el fondo de sus ojos brillaría una luz e incluso algo parecido a un asomo de sonrisa aparecería en sus bocas. Escribirían en sus libretas con sus relucientes plumas Montblanc sin manifestar ninguna emoción, pero la decisión estaría tomada: “Star Wars. Princesa Leia. Aprobado”.
Tras unos segundos de silencio, un tipo sudoroso y bastante mayor, con un traje dos tallas más estrecho de lo aconsejable, calvo pero con cuatro pelos meticulosamente peinados y con un espeso bigote, levantaría un brazo y susurraría:
– ¿Y ese cazador de recompensas enmascarado? ¿Bilbo Fett?… Perdón. Boba Fett. Es arrogante y misterioso, y podría vivir emocionantes aventuras que harían las delicias de los adolescentes. Mis hijos estarían encantados con un cómic de Boba Fett.
Su compañero de asiento le había corregido en el último momento con un codazo y el nombre correcto del cazarrecompensas mandaloriano, pero era evidente que su desconocimiento del universo de “Star Wars” había quedado en evidencia. Tenía suerte de que sus dos hijos le hubieran dado una clase rápida la noche anterior pero tantos nombres, tantos héroes y villanos, tantos lugares,… ¡cuanta tontería! Nunca le había interesado lo más mínimo la epopeya galáctica de George Lucas, y si había visto las seis películas había sido solo por la feroz insistencia de sus hijos. François Truffaut, Kim Ki-duk, Kiarostami, Emir Kusturica, Akira Kurosawa o Ingmar Bergman, eso sí que era cine de verdad y no esas peliculas repletas de efectos especiales, monstruos de otros planetas, poderes mágicos y espadas de colores.  Estaba sudando copiosamente, y evitaba la mirada de los directivos de Disney y Lucasfilm, aunque parecía que su propuesta no había generado tanta animadversión como el gordo que había sugerido hacer un cómic de los ewoks. Se encogió en su asiento y procuró ocupar el menor espacio posible.
– ¿Darth Vader?
Un afroamericano bajito, delgado y encorbado, de voz aguda como la de un niño, se había levantado con decisión y estiraba los hombros dentro de su traje intentando parecer más alto de lo que era. Alguno de los ocupantes de la sala lo miró con sonrisa de suficiencia, e inclusó se escapó alguna risa de burla. ¿Darth Vader? ¿El villano de la función? ¿Un malvado, cruel y despótico instrumento del mal, atormentado por los remordimientos, el dolor y el odio como protagonista de una serie de cómics? El tipejo aquel estaba loco si pensaba que su propuesta tenía la más mínima posibilidad de prosperar. Estaban en Marvel Comics, La Casa de las Ideas, el hogar de los héroes más poderosos de la Tierra, allí donde los superhéroes mantenían a raya a los supervillanos, a las amenazas de nuestro mundo y del resto del universo, garantizaban la paz y siempre triunfaban. Ese idiota tenía las horas contadas. Ya podía ir vaciando los cajones de su despacho junto a la máquina de bebidas y llenando una caja de cartón con sus pertenencias.
Pero las palabras de uno de los directivos de Lucasfilm que habían permanecido en silencio desde el principio de la reunión dejó a más de uno con la boca abierta.
– Desarrolle su idea, por favor.
– Bien. Partimos de la premisa que no hay villano más malvado que Darth Vader ni icono de la caída y la redención más ejemplarizante que Anakin Skywalker. Todo el mundo sabe quien es Darth Vader. Es el antagonista de los héroes en la trilogía original de la saga cinematográfica de ciencia-ficción “Star Wars”. ¿Quién no conoce a la mano derecha del Emperador, vestido de negro de los pies a la cabeza y armado con un sable láser de color rojo? Su porte marcial, su respiración mecánica y sus componentes cibernéticos implantados. Incluso los ajenos al fenómeno serían capaces de reconocer en esa máscara inconfundible al joven Jedi de destino funesto que cayó en las fauces de Lado Oscuro de la Fuerza. Hoy, ayer, hace diez años y hace veinte años. Durante los meses siguientes al estreno de “Star Wars”, Darth Vader fue el protagonista absoluto de cualquier campaña publicitaria de la saga, en cualquier lugar, desde jugueterías a la ceremonia de los Óscar. La figura que encarnaba David Prowe bajo el traje, con el rostro de Sebastian Shaw en “El Retorno del Jedi” y con la voz profunda de James Earl Jones (Constantino Romero, gran elección, para la versión doblada al castellano) ya era un icono cultural. Hoy lo sigue siendo.
– Siga, por favor.
– De acuerdo. Imaginemos que nos encontramos después de los hechos narrados en “Star Wars IV: Una nueva esperanza”, cuando los rebeldes acaban de destruir la Estrella de la Muerte y el Imperio se recupera de una inesperada derrota en las lunas del gigante gaseoso Yavin. Unos rebeldes desorganizados y con pocos medios han sido capaces de hacer estallar en mil pedazos el arma más poderosa del arrogante Imperio, que no supo ni preveer ni prevenir lo que sucedió. Darth Vader ha caído en desgracia a ojos del Emperador, puesto que los otros responsables de la debacle como el Gran Moff Wilhuff Tarkin perecieron en la batalla y no pueden expiar sus culpas, y debe recuperar el prestigio perdido destruyendo la Alianza Rebelde. Pero, claro, también tiene sus propios planes al margen de los del Emperador,… y además todavía no sabe que Luke es su hijo.
Con un gesto de la mano apenas perceptible, el directivo le invita a seguir hablando.
– Darth Vader es un villano, cierto, un personaje impregnado de maldad en el sentido más puro de la palabra, pero con causas, motivos y justificaciones para su actitud desviada de los preceptos morales. El malvado era, en realidad, un joven alocado, enamorado, que fue engañado para creer que su mejor amigo le había traicionado y que había asesinado a su esposa con sus propias manos, para hacerle caer en las redes de las fuerzas del mal. Darth Vader dejaba atrás el papel de un demonio sin piedad, de un Sauron en una epopeya de ciencia-ficción, en el antagonista de los defensores de las fuerzas del bien, para convertirse en un hombre. Simplemente en un hombre, con debilidades y sentimientos propios de un ser humano. Era responsable de una brutal y despiadada opresión en una galaxia muy muy lejana cazando a los activistas de la Alianza Rebelde en la primera película de la saga pero se convertió en el protagonista de un drama shakespeariano de ascenso, caída, culpa y redención a lo largo de las seis películas.
– ¿Tiene alguna propuesta para los autores más adecuados para esta serie de cómics?
– Eligiría a los mejores profesionales del medio para que se encarguen de las colecciones, por supuesto. Nada de jóvenes promesas. Si se apuesta por Jason Aaron y John Cassaday para una de las series, ¿qué tal Kieron Gillen y el dibujante valenciano Salvador Larroca, que ya nos ha demostrado su capacidad con un tipo enfundado en una armadura como “Iron Man”, por la que consiguió el preciado Premio Eisner? Y la portada, por ejemplo, para Adi Granov. Si se toman en serio la posibilidad de hacer una serie sobre la princesa Leia, no se me ocurre nadie mejor que la dupla formada por Mark Waid y Terry Dodson.
También pienso que sería una buena idea que las cosas que pasan en una colección de “Star Wars” afecten a las otras, formando un universo propio y autorreferente. Referencias cruzadas, vamos. Por ejemplo, si en los cómics de “Star Wars” de Aaron y Cassaday el punto de vista recae en la Alianza Rebelde, en la serie dedicada a Darth Vader veremos esos mismos acontecimientos narrados desde el Imperio, con Vader como protagonista absoluto y centro de toda la historia.
Los tres directivos que estaban sentados al final de la mesa se miraron, asintieron con la cabeza, se alisaron sus elegantes trajes de Armani hechos a medida, taparon sus lujosas plumas, cerraron sus libretas encuadernadas en color negro y dieron la reunion por terminada justo cuando dieron las diez de la mañana en punto en el reloj que había sobre la puerta.