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La carrera del director Kevin Smith empezó por sorpresa y por todo lo alto, con un brillante debut con la fresca “Clerks“, rodada en blanco y negro y con un presupuesto escasísimo con diálogos afilados, ágiles y rápidos, y escenas hilarantes (como la del cadáver en el baño o la reflexión sobre los trabajadores de la Estrella de la Muerte), al que siguieron algunas películas afortunadas como “Dogma” o “Persiguiendo a Amy“, aunque a partir de entonces todos sus trabajos fueron rotundos fracasos de crítica y taquilla. Ni “Jay and Silent Bob Strike Back”, “Jersey Girl”, “Clerks II”, “Zack and Miri Make a Porno”, “Fanboys”, “A Couple of Dicks” o “Red State” le devolvieron al lugar que parecía que debía ocupar el chico de New Jersey. Incluso llegó a anunciar su retirada (“Si no puedo aportar nada nuevo, y te aseguro que no puedo, no tiene sentido continuar“, llegó a declarar en un momento de frustración), pero decidió seguir intentándolo.

Quizás de entre todos los productos irregulares que salieron de las manos de Kevin Smith en el siglo XXI merece la pena destacar el thriller “Red State“, y eso no es una ocurrencia del que escribe estas líneas, pues fue la película ganadora del Festival Internacional de Cine Fantástico de Sitges y el director Quentin Tarantino la destacó como una de las mejores películas del 2011 en su lista particular que suele publicar a finales de cada año. Por lo tanto, algo hay en “Red State” que los espectadores no supieron ver y que debería haber puesto a este director de culto de carrera irregular de nuevo en el candelero. Por ejemplo, que Smith aquí se alejaba mucho de su zona de confort, y hacía una arriesgada incursión en un tipo de cine muy alejado del estilo al que nos tenía acostumbrados con un resultado muy solvente.

La película, protagonizada por Melissa Leo, John Goodman, Michael Parks, Stephen Root, Nicholas Braun, Anna Gunn y Michael Angarano, entre otros, nos contaba como, atraídos por un anuncio que promete sexo en grupo con una mujer madura, tres adolescentes son abducidos por una secta de fanáticos religiosos fuertemente armada y liderada por el pastor Abin Cooper, dispuestos a erradicar con métodos extremos la libido de la juventud norteamericana.

Red State” es una satira sobre los EE.UU. puritanos, violentos e incultos, y lo mejor de todo es que es una obra visionaria: nos llegó con una década de antelación de lo que significó la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca. Para contarnos esta perversa historia Kevin Smith utiliza herramientas del cine de terror, aunque no ahorra en violencia ni en humor negro, negrísimo, que señala con el dedo directamente a la intransigencia en nombre de la fe que tanto abunda en la América profunda y que toma la forma del terrorífico predicador al que da vida un excelente Michael Parks, que ganó el premio al mejor actor en Sitges.

Y es posible que “Red State” también sea una venganza de Kevin Smith contra todos aquellos que salieron a criticar con fúria su “Dogma“, una película gamberra que cuestionó los preceptos del catolicismo y que nos contó que Dios es mujer y tiene el aspecto de Alanis Morissette. Sobretodo a la Liga Católica estadounidense, que hizo una campaña mediática en su contra, o la Miramax del denostado Harvey Weinstein, que se negó a distribuir la película.

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