El talento del maestro argentino Juan Giménez es reconocido en todo el mundo, pero su trabajo está mucho más identificado con el género de la ciencia-ficción que con la fantasía, con las astronaves que con los castillos, con los alienígenas que con los dragones. “Yo, Dragón” es una de sus escasas incursiones en el universo de la fantasía épica medieval, pero sin desviarse ni un ápice de su estilo particular que lo ha hecho grande.

image1Feudo de la familia real, el castillo de Rosentall vive sus horas más sombrías rodeado por un enorme ejército. La líder que lo encabeza es la descendiente bastarda de un linaje real perdido, y ha vuelto para recuperar su trono. Una larga y cruenta lucha por el poder está a punto de comenzar. Mientras tanto, dentro del castillo, una extraña mujer miembro de unos feriantes da a luz a su primer hijo…

Los dragones, poderosos reptiles míticos que lanzan fuego por sus fauces, son uno de los iconos recurrentes y más representativos de la fantasía desde que el escritor británico J.R.R. Tolkien acompañó a trece enanos y un hobbit hasta la Montaña Solitaria, el cubil del dragón rojo Smaug en “El Hobbit”. Desde entonces el monstruo se ha visto escrito, descrito y dibujado en mil y una versiones distintas, incluyendo dragones bondadosos, de mil colores, invisibles, minúsculos o que vivían en el fondo del mar. Una criatura, majestuosa y poderosa, que es un símbolo de la naturaleza indomable a la que el hombre no puede doblegar, una metáfora que nos recuerda que el hombre no merece estar en el punto más alto de la pirámide y que debería ser humilde y temeroso ante el poder del mundo natural, al que ha despreciado, al que ha torturado y al que ha sometido.
¡Dragones! En la literatura fantástica los dragones a veces son mitos, fantasías de lunáticos o parte de la canción de un bardo que recita leyendas en una pequeña posada en un valle perdido, y a veces son una terrible realidad que amenaza a diario la existencia de los hombres. Sumamente inteligentes y sabios, son solitarios que Habitan en lúgubres cuevas de las más altas montañas en las cuales, se dice, esconden tesoros de valor inimaginable que custodian hasta el fin de sus días.

“Yo, Dragón. El Fin de la Génesis”, primer volumen de los tres que forman la serie, es la última creación del argentino Juan Giménez (Mendoza, 1943). Publicado originalmente por los franceses Dargaud-Lombard, nos llegó en castellano en Abril del año 2011 de la mano de Norma Editorial en una edición correcta, según los cánones habituales de la editorial catalana. “Yo, Dragón. El Fin de la Génesis” es una historia de fantasía en un imaginario año 1280, con caballeros de poderosas armaduras, castillos sitiados, secretos escondidos, intrigas palaciegas, “juegos de tronos” y ese aire de decadencia, enfermedad, decrepitud y suciedad que suele acompañar a los universos en los que Giménez ambienta sus trabajos, casi siempre de ciencia-ficción y excepcionalmente, como en esta ocasión, entornos de fantasía medieval. Y con dragones, por supuesto.

La historia de “Yo, Dragón. El Fin de la Génesis” empieza con la llegada de una familia de malabaristas y feriantes al castillo de Rosentall, la corte del rey Belmoth. Queridos y apreciados por el rey y su familia, sobretodo por la princesa Silvia, mientras los feriantes se preparan para la actuación nace el hijo de Valka, una de las malabaristas que sufre una extraña afección en la piel. Pero alrededor de estos festivos hechos se teje una enredada telaraña de acontecimientos que oscurecerá el futuro inmediato de todos los habitantes de Rosentall: la erupción del volcán vecino de Ferona donde la leyenda dice que habita la fiera dragona Madragón, la desmedida e inapropiada pasión del hijo del rey por una de las feriantes llamada Kriss que aventura un desenlace funesto, el asedio del ejército de Made Trofen reclamando su derecho al trono por un oscuro parentesco familiar pues es hija ilegitima del primo del rey, los secretos que esconde el monseñor Fabián y la actitud transtornada que le afecta desde que se descubre un cadáver con un misterioso medallón en los subterráneos del castillo,… Piezas de un complejo puzzle de traiciones, engaños, crimen y muerte al más puro estilo George R.R. Martin, un escritor que parece haber dejado su sello en cualquier creación de ambientación fantástica de los últimos cinco años. Todos los acontecimientos se precipitan, se desata el caos y el desorden dentro y fuera de las murallas del castillo de Rosentall, y un torneo a la vieja usanza entre los dos líderes de los bandos enfrentados deberá decidir el destino del reino.

El responsable de “Yo, Dragón. El Fin de la Génesis” es uno de esos autores que no necesita ningún tipo de presentación, pues su nombre es historia viva del cómic de los últimos veinte años y su estilo, único e inimitable. El argentino Juan Giménez, afincado en la localidad costera catalana de Sitges desde hace muchos años, asume en este cómic la labor de guión y dibujo. Y se defiende con brillantez en ambos aspectos, como ya hizo con “El Cuarto Poder”, “Cuestión de tiempo” o “Elige tu juego”, aunque al principió de su trayectoria profesional no desdeñó ceder la responsabilidad de dar forma al guión a escritores con más talento (a Ricardo Barreiro con “As de Pique”, “La Estrella Negra”, “Factor Límite” o “Ciudad” y a Carlos Trillo con “Basura”) ni en su obra cumbre, “La Casta de los Metabarones”, dudó ni un ápice en subordinar su talento artístico al servicio de los guiones del polifacético Alejandro Jodorowsky. Y aunque Juan Giménez es uno de los mejores dibujantes de cómic de los últimos años (¿veinte? ¿treinta?), y por este talento es reconocido, apreciado y premiado, su capacidad con la narración, el ritmo, los diálogos, la composición de las viñetas, la profundidad de los personajes, la atmósfera inquietante que envuelve a los protagonistas, la riqueza de la ambientación o la completa documentación del entorno en el que enmarca la historia lo convierten también en un guionista como la copa de un pino.

Quizás no habremos sido lo bastante explícitos a lo largo de esta reseña pero lo que queríamos decir con todo lo escrito hasta aquí es… ¡qué grande es Juan Giménez! Es cierto que tenemos una debilidad por el dibujante argentino desde que cayó en nuestras manos, hace ya casi treinta años, esa “Estrella Negra” que publicó Toutain y que guardamos, y conservamos, como una joya. Con “El Cuarto Poder” y con todos y cada uno de los volúmenes de “La Casta de los Metabarones” nos reafirmamos en esa opinión favorable y terminamos por perder cualquier vestigio de objetividad al juzgar el trabajo de Juan Giménez. Antes de empezar a leer cualquier cómic de este autor ya estamos rendidos a sus pies. Y con “Yo, Dragón. El Fin de la Génesis” nos ha pasado lo mismo: pasábamos las páginas sin el menor asomo de crítica al dibujo o a la historia, disfrutando de su estilo singular y a sus colores acuarelados inimitables, elogiando su inmersión en un género que no le es familiar, su habilidad para crear personajes atormentados pero humanos, con valores pero también con oscuros secretos que se insinúan y no se desvelan. Recomendamos sinceramente este cómic y esperamos, con ansiedad e ilusión, su continuación. “Yo, Dragón. El Fin de la Génesis” es un cómic que queda inconcluso, con numerosos interrogantes planteados y la relación entre los distintos hilos argumentales de la historia dispuesta sobre el lienzo, que dejan al lector con la miel en los labios.

Yo, Dragón. El Fin de la Génesis.
Autor: Juan Giménez (
www.juangimenez.com)
Editorial: Norma Editorial
Fecha de edición: Abril de 2011
Edición original: “Moi, Dragon: La Fin de la Genèse”
Formato: 22×29,5cm. Cartoné. Color.
Páginas: 56
Precio: 14 euros