Reseña de una de las obras maestras de Charles Chaplin, que en España estuvo prohibida durante más de treinta años y que constituye una sátira del nacionalsocialismo y de todas las dictaduras.

 

http://www.via-news.es/images/stories/cine/Resenyas/el-gran-dictador-chaplin.jpgTítulo original: The great dictator
Dirección, producción y guión: Charles Chaplin (Estados Unidos, 1940)
Fotografía: Karl Struss y Roland Totheroh
Música: Meredith Wilson y Charles Chaplin
Dirección artística: J. Russell Spencer
Montaje: Willard Nico
Interpretación: Charles Chaplin (El barbero judío / Adenoid Hynkel, dictador de Tomania), Paulette Goddard (Hannah), Jack Oakie (Benzino Napaloni, dictador de Bacteria), Reginald Gardiner (Schulz), Henry Daniell (Garbitsch), Billy Gilbert (Herring), Maurice Moscovich (Señor Jaeckel), Emma Dunn (Señora Jaeckel), Bernard Gorcey (Señor Mann).
Duración: 124 minutos
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“El gran dictador” es una de las obras maestras de Charles Chaplin, sobretodo por el momento en que se realizó, recién comenzada la segunda guerra mundial, y por la acertada sátira política que hace del nacionalsocialismo. Particularmente no es de mis películas preferidas de Charles Chaplin, entre las que sí se encontrarían “La quimera del oro” o “Luces de la ciudad”, que me parecen más redondas, pero hay que reconocer que películas como ésta demuestran que Chaplin era un genio. Cabe destacar que fue casi en exclusiva el alma de este proyecto al producir, dirigir y firmar el guión.

Al margen de que guste más o menos (a mí me parece exquisita la primera parte, pero un tanto pesado el tramo final en la que se centra más en los trapicheos políticos), hay que reconocer que “El gran dictador” es un proyecto complejo y difícil del que Chaplin salió más que airoso. Debemos tener en cuenta que era la segunda película hablada de Chaplin y que en la anterior, “Tiempos modernos”, había utilizado todavía el personaje de Charlot y apenas hablaba. A parte llegó en un momento muy difícil y desarrollaba una temática de la que era muy complicado extraer motivos para reír.  La película ridiculiza la figura de Hitler y ataca al nacionalsocialismo al tiempo que apuesta por la democracia y la libertad, pero lo hace, como es habitual en Chaplin, con inteligencia, un fino sentido del humor y sobretodo mucha humanidad. Se estrenó en octubre de 1940 en Nueva York.

El argumento trata sobre un barbero judío que tras salvar a un superior (oficial Schultz) en la primera guerra mundial y permanecer amnésico durante 20 años en un hospital, regresa a su casa en Tomania en plena ascensión del dictador Astolfo Hynkel, que pretende discriminar a los judíos de los ghettos pero que antes, les concede un periodo de paz, con el fin de conseguir un préstamo de uno de ellos para subvencionar la conquista del país libre de Osterlich, que también pretende Benzino Napaloni, el dictador de la aliada Bacteria.

Chaplin reconoció que de haber sabido la situación de los campos de concentración nazis seguramente no habría rodado la película puesto que la tragedia era mucho peor de lo que en ese momento se pensaba (Así lo aseguraba en sus memorias publicadas en 1964: “Si hubiera tenido conocimiento de los horrores de los campos de concentración alemanes no habría podido rodar la película: no habría podido burlarme de la demencia homicida de los nazis; no obstante, estaba decidido a ridiculitzar su absurda mística en relación con una raza de sangre pura”.) En cualquier caso y pese a que, conocidos los acontecimientos históricos, sea dudoso hacer una comedia basada en la tragedia judía “El gran dictador” logra su propósito al cien por cien y pone en tela de juicio no sólo el nazismo sino cualquier dictadura, cualquier comportamiento ajeno a la democracia o la libertad que deben reinar en toda sociedad. El discurso que al final de la película hace el personaje del barbero, haciéndose pasar por Astolfo Hynkel, es el único posible en una sociedad avanzada y seguramente fue un buen punto de apoyo ideológico para muchos norteamericanos que después tuvieron que luchar contra los nazis. Hoy resulta grandilocuente y puede parecer un tanto exagerado aunque es un discurso brillante y cargado de emotividad y lo más sorprendente y a la vez terrible es que en su momento fue absolutamente necesario, sobretodo por puro contraste con el discurso nacionalsocialista, idéntico en forma pero opuesto en contenido:

DISCURSO DEL MINISTRO DE PROPAGANDA GARBITSCH

“Hoy en día, democracia, libertad y igualdad son palabras que enloquecen al pueblo. No hay ninguna nación que progrese con estas ideas, que le apartan del camino de la acción. Por esto las hemos abolido. En el futuro cada hombre tendrá que servir al Estado con absoluta obediencia”

DISCURSO DEL BARBERO

“Lo lamento, pero yo no quiero ser un emperador, ése no es mi negocio, no quiero gobernar o conquistar a alguien. Me gustaría ayudar a todos si fuera posible: a los judíos y a los gentiles, a los negros y a los blancos. Todos deberíamos querer ayudarnos, así son los seres humanos. Queremos vivir con la felicidad del otro, no con su angustia. No queremos odiarnos y despreciarnos. En este mundo hay sitio para todos, y la tierra es rica y puede proveer a todos. El camino de la vida podría ser libre y hermoso…”

“Nos hemos de ayudar los unos a los otros, los seres humanos somos así. Queremos hacer felices a los demás, no hacerlos desgraciados. No queremos odiar ni despreciar nadie. En este mundo hay sitio para todo el mundo (…) El camino de la vida puede ser libre y bonito, pero lo hemos perdido. La codicia ha envenenado las almas, ha levantado barreras de odio, nos ha empujado hacia la miseria y las matanzas. Hemos progresado muy deprisa pero nos hemos encarcelado a nosotros mismos: el maquinismo que crea abundancia nos deja en la necesidad. Nuestro conocimiento nos ha hecho cínicos, nuestra inteligencia, duros y secos. Pensamos demasiado y sentimos muy poco. Más que máquinas, necesitamos humanidad, más que inteligencia, tener bondad y dulzura. Sin estas cualidades, la vida será violenta, se perderá todo. (…) La desgracia que padecemos no es nada más que la pasajera codicia y la amargura de los hombres que tienen miedo de seguir el camino del progreso humano. El odio de los hombres pasará y caerán los dictadores y el poder que tomaron al pueblo será reintegrado al pueblo y así, mientras el hombre exista, la libertad no desaparecerá”.

Se cuenta que el mismísimo Adolf Hitler pidió ver la película en un par de ocasiones y guardaba una copia en su filmoteca particular aunque no se conoce su opinión sobre la misma y en Alemania no se estrenó hasta 1958 y en lo que a España respecta, mientras medio mundo la veía, estuvo prohibida hasta la muerte de Franco en 1975 consiguiendo de esa forma una especial relevancia e interés para quienes no pudieron verla durante décadas. El rodaje no fue fácil para Chaplin y mucha gente le insistió para que no la rodara, aunque se sabe que el propio presidente norteamericano Franklin D. Roosevelt le animó para que siguiera delante.

La película estuvo nominada a cinco óscars entre los que estaba mejor película (venció “Rebeca” de Alfred Hitchcock), guión original, actor (Chaplin hace un doble papel como barbero y como Astolfo Hymler), actor secundario (Jack Oakie como Benzino Napaloni) y banda sonora.

La importancia de esta película como canto de esperanza por la paz fue minimizado en su día al ser prohibida por todos los países afines a Alemania e Italia, pero ha quedado después como un título indispensable y un símbolo para la posteridad y es seguramente junto a “Ser o no ser” de Ernest Lutbisch y a “La vida es bella” de Roberto Benigni las comedias que mejor han “desmontado” el sinsentido nazi.

A nivel esencialmente cinematográfico representa en muchos aspectos una dualidad: la del cine mudo y la del cine sonoro, la del mundo político y la del mundo del hombre de la calle, la del dictador y la de un simple barbero. La película de hecho se divide en dos argumentalmente en función de estos dos personajes mencionados y o bien nos cuenta los tejemanejes políticos de Astolfo Hymler o los cotidianos del barbero (particularmente me quedo más con todo lo que tiene que ver con el segundo, en cuyos skecths me parece que Chaplin está más cómodo y puede desarrollar un humor con el que está más familiarizado. En esta película, no obstante, la escena que probablemente quede en recuerdo de todos es aquella en la que Hymler ejecuta una curiosa danza con un globo terráqueo o aquella en la que desarrolla sus discursos en un idioma inventado por Chaplin que hace toser siempre al personaje.

A mí personalmente me encanta el arranque, cuando el barbero y Schultz huyen en el avión boca abajo y me parecen geniales las peleas del barbero con los guardias de asalto en la calle, todo lo que tiene que ver con éste y Hannah (maravillosa Paulette Goddard, tercera mujer de Chaplin) y por supuesto dos escenas que me parecen antológicas: aquel en que realiza un afeitado siguiendo los compases de la Danza húngara nº 5″ (Brahms) y cuando se juegan quién realizará una tarea de sabotaje comiendo un pudín que contiene una moneda. Todo lo que forma parte de la crítica a la clase política al final de la película, con Hymler y Napolini enfrentados, aunque es tremendamente eficaz me parece menos sobresaliente.

En definitiva, una película que puede gustar más o menos en función del tipo de humor que más guste, pero que es absolutamente magistral y absolutamente necesaria.