Reseña de la película por la que Jeff Bridges ha ganado el Óscar a mejor actor y que además se ha llevado otro, el de mejor canción por la tonada country “The weary kind”.

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Título original: Crazy heart.
País: USA.
Duración: 113 min.
Género: Drama, musical, romance.
Interpretación: Jeff Bridges (Bad Blake), Maggie Gyllenhaal (Jean Craddock), Robert Duvall (Wayne), Tom Bower (Bill Wilson), James Keane (gerente), William Marquez (doctor), Ryan Bingham (Tony), Paul Herman (Jack), Rick Dial (Wesley Barnes). Guión: Scott Cooper; basado en la novela de Thomas Cobb.
Producción: Robert Duvall, Rob Carliner, Judy Cairo y T. Bone Burnett.
Música: Stephen Bruton y T. Bone Burnett.
Fotografía: Barry Markowitz.
Montaje: John Axelrad.
Diseño de producción: Waldemar Kalinowski.
Vestuario: Doug Hall.
Distribuidora: Hispano Foxfilm.
Estreno en USA: 16 Diciembre 2009.
Estreno en España: 5 Marzo 2010.

Por fin Jeff Bridges ha conseguido el óscar que merecía hace ya tiempo después de estar nominado en cuatro ocasiones (“La última película”, “Un botín de 500.000 dólares”, “Starman” y “Candidata al poder”) y lo ha hecho con una película  y un personaje de esos que son perfectos para ganar premios, un cantante country separado, solitario, con un hijo al que no ve desde hace años, alcohólico, con el cuerpo machacado y que pulula aquí y allá por las carreteras de Nuevo México cantando en todo tipo de locales.

La película, basada en la novela de Thomas Cobb y cuenta con guión de Scott Cooper, que también es el director, por lo que podríamos considerar un proyecto personal aunque no resulta como en otras óperas primas una película de estilo complejo ni es tampoco un intento por demostrar lo que uno vale. Probablemente a Cooper sólo le interesaba contar su historia de la forma más eficaz y concentra su atención en el argumento y los actores con presencia omnipresente de Bridges (el actor está prácticamente en todas las escenas).

Por su temática la película recuerda a otras sobre cantantes country como “Nashville” o “Gracias y favores”, por la que Robert Duvall (que también aparece como secundario en ésta en el papel del barman y amigo del protagonista, Wayne) ganó su óscar al mejor actor; sin embargo por su factura y por lo que el director ha querido hacer me recuerda más a otra película de Jeff Bridges, “Los fabulosos Baker boys”. En ambos casos argumento, ambientación y tono tienen una especial relevancia. No hablaré del primero, pero sí decir que ambas películas manejan un tempo lento, se recrean en el ambiente ya sea de los locales donde tocan, de la música que se interpreta o los cielos en este caso del Estados Unidos más polvoriento (bellísimas todas esas tomas) y el intento evidente es crear un tono agridulce con un intenso poso de melancolía, puesto que de lo que se habla es de vidas errantes, de personajes en perpetua lucha contra sí mismos y su destino de perdedores. Esta característica exige un tipo de espectador muy concreto que sepa disfrutar con ello. Yo reconozco que la “atmósfera” y en general todo el argumento de “Los fabulosos Baker boys” me cautivó, pero no me ha ocurrido lo mismo con este “Corazón rebelde”.

Pienso que pese a que la película se puede ver y tiene su interés, aunque sólo sea por ver la magnífica interpretación que lleva a cabo Jeff Bridges, el argumento te deja un poco indiferente y no debería. Uno tiene la impresión de que el melodrama flojea porque falta intensidad en la relación entre Bad Blake (Jeff Bridges) y Jean Craddock (Maggie Gyllenhaal) y también se tiene la impresión de que se han desaprovechado otros resortes dramáticos que podrían haberle dado fuerza a la película como la relación de amistad entre Bad Blake y el viejo Wayne (probablemente lo mejor de la película), la sana “rivalidad” entre Blake y Tommy Sweet (Colin Farell) o la propia vida errante de Blake.

Así nos encontramos con una película con un tono plácido, mansa cuando debería tener más fuerza, que va evolucionando de manera más o menos previsible y que recuerda a tantas otras similares sin producirnos el arrebato que esperamos de este tipo de dramas personales. Pasados unos días sólo me queda en la memoria la primera actuación de Blade con ese poderoso “Somebody else” que tanto recuerda a algunos acordes de Mark Knopfler y Dire Straits y que te pone los pies a dar golpecitos en el suelo; las escenas entre Bridges y Duvall o Farell; Blake llamando a su hijo o la escena que provoca el conflicto sentimental de Blake con Craddock. Poco más, lo cual me parece muy poco para un drama del que yo al menos esperaba mucho.

Es posible no obstante que este debut en la dirección le reporte a Cooper un interesante futuro detrás de la cámara. La película no “rompe” pero tiene un tono clásico (atípico hoy en día) y un cierto encanto en su simplicidad y ha proporcionado dos óscars: el mencionado de Bridges y el de mejor canción. Es un comienzo más que correcto y en los comienzos quedan cositas por pulir que pueden solventarse con posterioridad y seguro que le ofrecen hacer más melodramas a partir de ahora en los que puede aprovechar mejor lo que ya ha hecho bien: sacarles el máximo a los actores, aprovechar ambientes y escenarios y contar historias agridulces sin caer en la llorera o un excesivo dramatismo. Podríamos decir que de momento, Cooper, ha demostrado ser eficaz.