Han tenido que pasar casi 30 años para que pudiese volver a leer a “MiracleMan“, la genial recreación del personaje de Mike Anglo que Alan Moore, Gary Leach y Alan Davis nos regalaron allá por mediados de los años ochenta y que gracias a Neil Gaiman y Marvel Comics podemos recuperar en esta edición de Panini Comics.

MiracleMan nº. 01: El sueño de volar

Edición original: Miracleman 1-4 USA
Guión: The Original Writer, Mick Anglo
Dibujo: Alan Davis, Garry Leach, Don Lawrence
Color: Steve Oliff
Formato: Libro cartoné, 176 págs. a color.
17,95€

¡Kimota! Al pronunciar una palabra mágica, una leyenda largo tiempo olvidada vive de nuevo. El periodista Michael Moran siempre supo que estaba destinado a la grandeza. Ahora, una serie de acontecimientos inesperados le lleva a reclamar su destino como Miracleman. El cómic que encabezó una revolución literaria comienza aquí, con “El sueño de volar”. Después de cerca de dos décadas desaparecido, Miracleman descubre sus verdaderos orígenes y su conexión con el llamado Proyecto Zaratustra, mientras su álter ego, Michael Moran, debe conciliar su vida como un simple humano con la existencia de un dios.

MiracleMan/MarvelMan cualquiera de esos dos me remite a mi adolescencia, a cuando mi amigo Gustavo (reseñista en Zona Negativa en la actualidad) adquirió los números que había publicado Forum (qué tiempos cuando esta editorial era la referencia y apostaba por “otros cómics”) y que Gus me describió como “una obra maestra de Alan Moore”. Me costó horrores que me dejase leer estos números (lectura supervisada, es decir, en su casa, bajo su atenta mirada, y a veces hasta con guantes) pero a cada número me atraía más y más este personaje y el mundo que dibujaban Alan Moore y Alan Davis, ¡estos superhéroes estaban diez veces por encima de los de MarvelDC!

Recuerdo con añoranza parte de la trama y aunque disfruté muchísimo su lectura (junto a la otra lectura supervisada por Gus: Crisis en Tierras Infinitas en grapa, edición de Zinco) no hubo manera de que un joven adolescente como yo se comprase estos números que estaban total y absolutamente agotados. Dolió, pero al menos los había leído una vez, desde entonces estuve muy atento a los trabajos de ambos autores, aunque me decanté más por el estilo de Davis como guionista, ya que mientras Alan Moore suele retorcer “el sueño de volar” de todo adolescente lector de cómics, Alan Davis es un autor más cómplice, que te invita a soñar con él.

MiracleMan, como se explica en el artículo final de este volumen, siempre ha sido una copia de Shazam de DC Cómics (personaje que antes se llamaba Capitán Marvel, cuando pertenecía a Fawcett Comics y vendía más que Superman) que Mike Anglo desarrolló tras la decisión de Fawcett de cancelar su línea de superhéroes y que estuvo en activo muchos años hasta que, finalmente, también desapareció. Este volumen nos presenta el relanzamiento de la serie de la mano de Alan Moore (alias “The Original Writer”, también conocido como: “sigo enfadado con Marvel y DC”) quien junto a Gary Leach nos presentaron a Michael Moran, un sencillo periodista freelance que descubre que ha pasado 18 años en su identidad civil sin recordar, salvo en algunos sueños recurrentes, que también es MiracleMan.

Hasta aquí todo parecía más o menos normal, una trama con una sorpresilla que justifique la ausencia del héroe y a recomenzarlo todo, o al menos eso debieron pensar los lectores de la época (y lo pensé yo en su día) pero Moore tenía otros planes, y en la conversación que MiracleMan/Mike tiene(n) con su esposa está les deja muy claro por dónde ir: “todo lo que me cuentas suena a tebeo de superhéroes para niños”, opinión clave en el desarrollo del cómic, puesto que en los próximos números Moore irá deshaciendo toda la historia que MiracleMan compartía con la “familia MarvelShazam” con hechos tan demoledores como ver al sidekick de MM convertido en una criatura perversa y amoral. Este será el punto focal de la serie, aunque tras esta sorpresa Moore se concentrará en cargarse el “origen-homenaje”, como ya presagió la esposa de Mike.

Así que en estos primeros números podemos ver cómo Alan Moore (me niego a seguir con la chorrada esa del “Escritor Original”) se dedica a homenajear a los superhéroes y a introducir la teoría del “superhombre de Nietzche” y a jugar para reinventar a los dioses mitológicos con la perspectiva del superhéroe y el tapiz de Nietzche. Algo que a día de hoy no suena espectacularmente original, pero que sí lo era en los 80 y que ha sido “homenajeado” desde entonces y a lo largo de los años sin dar ningún tipo de crédito a Moore, Leach y Davis por la “inspiración” que les ofrecieron. Estamos ante un tebeo capital para entender el desarrollo de los superhéroes en los 80 y después, un cómic que ha tardado muchísimo en estar disponible y, por qué no, una verdadera obra maestra del cómic.

Gráficamente tenemos a dos autores; Gary Leach, que es el primero en llegar y el que sienta las bases del rediseño de los personajes y que ofrece un estilo más crudo y realista y al que el nuevo color aplicado por Steve Oliff revitaliza de una forma sorprendente, y por otro lado a un Alan Davis que sustituyó a un perfeccionista Leach que no podía cumplir con las fechas de entrega. Davis estaba ya cerca de dar el salto a los USA tras una amplia colaboración con Moore en la serie del Capitán Britania y en Harry Twenty on the High Rock, una colaboración que ha llamado ya la atención en los USA y que, tras su paso por Miracleman, servirá para demostrar que los dibujantes británicos no sólo eran grandes narradores, sino que también estaban a la altura de los mejores dibujantes estadounidenses. MiracleMan no hubiese alcanzado ni la mitad del éxito que tuvo esta serie si no hubiese sido por el trabajo de Leach, Davis y Mark Buckingham (en la etapa de Neil Gaiman) Miracleman no hubiese destacado tanto.

La edición de Marvelman/Miracleman fue bastante complicada, tanto en las Islas Británicas (donde diferencias económicas entre Moore y el editor Dez Skinn detuvo la edición en el número 21) como en los USA donde Pacific Comics y Eclipse (estos últimos cambiaron el nombre a MiracleMan por las quejas de Marvel) fueron los que se encargaron de su edición. En España fue Forum la editorial que nos deslumbró con esta maravilla, aunque la trama quedó inconclusa.

Años después, y tras el cierre de Eclipse, los derechos se fragmentaron y a pesar de que Todd McFarlane aseguraba poseer los derechos, e incluso llegó a lanzar una estatuilla de “su” Miracleman y a anunciar que aparecería en Spawn, la unión de Neil Gaiman y Marvel posibilitó que años, muchos, después, Marvel anunciase la publicación de Miracleman, desde sus primeros números (y sin mencionar al guionista cuyas iniciales son A.M.) hasta los cómics que Neil Gaiman guionizó… y la continuación a estos. Para esta edición se recoloreó el cómic, Steve Oliff ha hecho un grandísimo trabajo que supervisó el propio Gary Leach, quién se encargó también de la restauración.

En cuanto a la edición española, la actual, el Grupo Panini la ha editado en casi toda Europa y aunque el precio me parece elevado (son menos de 120 páginas de tebeos) hay que reconocer que es una edición cuidada en cuanto al cartoné, el tamaño y la cantidad de extras, algunos de los artículos flojean un poco (el artículo de introducción no me convence, como tampoco la “entrevista” de Quesada a Mike Anglo) pero los dos firmados por Mike Conroy están francamente bien. Por cierto, espectaculares las portadas que se incluyen, como espectacular es la portada de Quesada (que será un gran editor, pero me gustaría verle más dibujando).

A la hora de la verdad Miracleman es uno de esos títulos que no deben faltar en las estanterías de un buen lector de cómics, estamos hablando de un cómic con mayúsculas que se merece esta (y otras) ediciones así que sí, puede que “duela” un poco el pagar 18 euros por cada tomo, pero cada céntimo merece la pena. Sino siempre podéis intentar leerlo en inglés, y digo bien “intentar” porque el trabajo que ha tenido Raúl Sastre (uno de los mejores traductores del mercado y experto en traducir a Alan Moore) al traducir este tomo es, sin duda, digno de aplauso, no es fácil traducir a Alan Moore (de hecho suele llevar el doble o el triple de tiempo que otros autores) y el resultado está al nivel del cómic y de la edición: mayúsculo.

No quiero cerrar la reseña sin agradecer el regalo de este ejemplar a una persona que no voy a nombrar, es cierto que hay que tener este cómic, pero sin esta persona yo no me lo hubiese podido permitir hasta dentro de muuucho tiempo.