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¿A qué espectador de hoy en día puede interesarle un biopic sobre Herman Mankiewicz, guionista de “Ciudadano Kane”, rodado en blanco y negro y centrado en el mundillo del cine norteamericano de los años 40 del siglo XX que no sea a los cinéfilos o a la propia industria? Argumento y factura, a priori, echan para atrás al 90% del habitual consumidor de cine que busca sobretodo entretenimiento y, en cambio, me parece una muy notable película. Con el riesgo evidente y ya explicado, David Fincher pareció querer llamar la atención para que le tomaran en serio en los premios anuales (es decir, los Óscars) y salió con nota del enorme charco en el que quiso meterse con un trabajo magnífico, de esos que dan pie a críticas sesudas, a multitud de libros de cine y a cosechas de galardones de la industria. Que todos los aspectos técnicos de la película son sobresalientes es una obviedad, pero yo destacaría otra cosa y es que ha convertido en dinámico, sugerente y atractivo hasta para el profano un relato que podría haber sido un auténtico ladrillo. Con un Gary Oldman extraordinario y con un ritmo narrativo idóneo, la película te atrapa y te sumerge en un mundillo en el que  sólo hay cabida para una mente ágil capaz de asimilar la densidad de referencias de todo lo que se ve y se dice, que es mucho y que trata de muchas cosas. Como pasó con “Roma”(Alfonso Quarón, 2018) o “El irlandés” (Martin Scorsese, 2019), Netflix es la que ha hecho posible el milagro de una producción tan a contracorriente, pero está claro que saben que los cinéfilos ahora mismo estamos en casa y no pisamos ya un cine por edad, pereza o por culpa de la pandemia. Una de mis películas favoritas recientes, pero ¡ojo! no se la recomendaría a todo el mundo. Consiguió 10 nominaciones en los óscars (Película, director, actor principal, actriz de reparto, fotografía, banda sonora, diseño de producción, vestuario, maquillaje y sonido).