Amable y deliciosa comedia romántica sobre una joven vidente soñadora y un escéptico mago. La simplicidad de su argumento y planteamiento reducen esta película a un título menor en Woody Allen, pero aún así es agradable de ver, toda la producción está muy cuidada y da para alguna reflexión existencial interesante.
 
 
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Título original: Magic in the moonlight.
Guión: Woody Allen.
País: EEUU.
Duración: 98 min.
Género: Comedia romántica.
Reparto: Colin Firth (Stanley), Emma Stone (Sophie), Marcia Gay Harden (Sra. Baker), Jacki Weaver (Grace Catledge), Eileen Atkins (tía Vanessa), Hamish Linklater (Brice Catledge), Simon McBurney (Howard Burkan), Catherine McCormack (Olivia). Producción: Letty Aronson, Edward Walson y Stephen Tenenbaum.
Fotografía: Darius Khondji.
Diseño de producción: Anne Seibel.
Vestuario: Sonia Grande.
Distribuidora: Warner Bros. Pictures International España.
Estreno en España: 5 Diciembre 2014.
Calificación por edades: Apta para todos los públicos.
 
Yo recomendaria la película a los fieles incondicionales de Woody Allen porque para los que no lo sean quizás sea demasiado plácida y futil. Es importante saber que no vas a reirte a carcajadas, sino a sonreír con las ironías de los diálogos y que no vas a quedar epatado con lo que suceda, pero puedes disfrutar con el encuentro de los personajes y con los ambientes en los que se mueven.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Un año más, sin faltar a su cita y quizás por eso que ha comentado en alguna entrevista de “filmar para no pensar en la muerte”, Woody Allen nos regala una nueva película. En este caso es una comedia romántica de tono amable, agradable de ver, ambientada en los años 20’s y protagonizada por un mago famoso al que un amigo propone desenmascarar a una joven vidente que trabaja para familias de la aristocracia francesa.
 
La gran ventaja de Woody Allen como director es que no tiene nada ya que demostrar y tiene un público fiel en el bolsillo que garantiza recuperar lo invertido, así que, aunque en este caso su argumento es más sencillo que en otras ocasiones, la productora le respalda con una ambientación exquisita. La película cuenta por ello con una puesta en escena muy atractiva, evocadores decorados de la época, una fotografía luminosa y sugerente, jardines de postal y, como no, la música de jazz habitual en las películas de Allen completando la ambientación. Más que por su argumento esta vez el espectador fiel disfrutará con ella.
El motor argumental es en cambio menos sofisticado en esta ocasión. En realidad sólo se trata del encuentro dialéctico (como siempre en Woody Allen los diálogos son el gran efecto especial) que se produce entre Stanley, un mago de renombre que irónicamente es un tipo muy racional y enemigo de todo lo que huela a verdadera “magia” y Sophie, una joven vidente, a la que se le presupone ser una estafadora pero que le va a terminar sorprendiendo en más de un sentido. Hablo de simplicidad porque no sólo la trama se centra casi en exclusiva en los dos protagonistas (aunque sigue habiendo personajes secundarios memorables como la tía Vanessa o ese hilarante pretendiente que toca el ukelele), sino porque realmente la película avanza sin grandes complejidades y apenas hay equívoco.
 
Eso sí, me gustó especialmente lo que subraya ese choque de personalidades y la reflexión de fondo que deja este Woody Allen en el umbral de los ochenta (por cierto, me encanta percibir mensajes de las personas con experiencia a través de historias porque aunque no fuera esa la intención, que en este caso yo diría que sí, me hace pensar que me están tendiendo un cable). Esencialmente la moraleja que apunta (atención a las reflexiones de Sophie, la tía Vanessa o el propio Stanley) es que, muchas veces lo ilusorio, nuestros sueños, lo intangible aunque no sea racional ni comprobable es positivo porque nos ayuda a vivir mejor……una reflexión profunda, toda una actitud ante la vida oculta en un argumento aparentemente intrascendente.
 
Y sí, la película resulta leve, fútil, se ve en hora y media, sin que sucedan grandes cosas, sin que su argumento o sus personajes te dejen huella y probablemente la olvidaremos como una más en el maremagnum que es la extensísima filmografía de Woody Allen, pero hoy ya la recuerdo con cariño y me queda de ella su tono amable, su exquisita factura y su suave ironía. A quien no le gusta a veces regalarse un dulce.