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Un amor eterno, un hechizo terrible, un halcón, un lobo, un malvado muy malo y un joven héroe dispuesto a remediar el problema. Los ingredientes son tan sencillos que cuesta pensar que de ellos pudiese salir una de las mejores películas de los años ochenta. Estamos hablando, por supuesto, de “Lady Halcón” (“Ladyhawke“), una historia de fantasía, magia y amor dirigida por Richard Donner.

Protagonizada por Rutger Hauer (antes de empezar a engordar), Michelle Pfeiffer (que nunca ha lucido tan bella como en esta película), Matthew Broderick, John Wood, Leo McKern, Alfred Molina y Ken Hutchinson, “Lady Halcón” nos contaba la historia de como el malvado obispo de Aquila que se había enamorado de la joven Isabeau Anjou, la hechiza junto a su amado Etienne Navarre, ya que ella no quiere corresponderle. Por la maldición, ella se convierte en halcón de día y su caballero en lobo de noche. Eternamente unidos y, a su vez, siempre separados, encontrarán un aliado en un joven bribón que intentará ayudarlos a romper la maldición del obispo.

Casi cuarenta años después de su estreno, volver a “Lady Halcón” es volver a disfrutar de un delicioso cuento de hadas al que el tiempo no le ha sentado nada mal. Escrita a seis manos por Tom Mankiewicz, Michael Thomas y Edward Khmara, con fotografía de Vittorio Storaro, la película era un proyecto personal del director Richard Donner, un genio del cine de palomitas al que Steven Spielberg describió como “el Goonie más grande de todos“, responsable de una filmografía breve, pero inolvidable (“Superman”, “Superman II”, “Los Goonies”, “Arma Letal”, “Arma Letal 2”,…). Lamentablemente la película no tuvo mucha suerte en taquilla, pues su recaudación en EE.UU. fue apenas de 18 millones de dólares cuando había costado 20, pero se ha convertido en una película de culto a la que la generación que hoy ronda los cuarenta y muchos recuerda con nostalgia y cariño. Aunque, es cierto, es hija de su época: su aspecto de videoclip y la banda sonora electrónica y discotequera de uno de los miembros de Alan Parsons podrían sorprender a más de uno. Como en una ocasión dijo Tom Mankiewicz, esta era una película para poner música de Jerry Goldsmith.

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