Premio Hugo a la mejor novela ex-aequo con China Miéville, premio Nebula a la mejor novela, premio Locus a la mejor primera novela, premio John W. Campbell Memorial a la mejor novela de ciencia ficción… el debut del escritor italoamericano Paolo Bacigalupi superó todas las expectativas cuando se llevó los cuatro mejores premios de ciencia-ficción del año 2010 con “La chica mecánica“. Su autor se convirtió, de la noche a la mañana y con una única novela publicada, en la nueva gran esperanza de la ciencia-ficción, el gran renovador del género que todos estaban esperando para el siglo XXI. Lamentablemente Bacigalupi era un buen escritor que demostraría tener un talento notable pero no era el Mesías de la ciencia-ficción que algunos vaticinaron de forma algo imprudente.
Como suele suceder a menudo en el mundo de la literatura, “La chica mecánica” llegó a las librerías tras una suma de casualidades, algo de suerte y un buen número de rechazos previos. Paolo Bacigalupi, escritor de relatos para las revistas “The Magazine of Fantasy and Science Fiction” y “Asimov’s Science Fiction Magazine” por los que fue nominado al Nebula y el Locus, escribió cuatro novelas que fueron rechazadas por varias editoriales y terminaron en un cajón de su casa, en Colorado. Su quinto intento de publicar una novela, “La chica mecánica“, fructificó y vió la luz en otoño de 2009 gracias a Night Shade Books, una pequeña editorial de San Francisco especializada en ciencia ficción y literatura fantástica. Y al acabar el año, “Time Magazine”, “Publishers Weekly” y “Library Journal” ya la seleccionaban entre los mejores títulos publicados.
La novela nos contaba la historia de Anderson Lake, el hombre de confianza de una multinacional de alimentos transgénicos en Tailandia. Utilizando de tapadera el cargo como director de una fábrica, Anderson rastrea los puestos callejeros de Bangkok, un mundo cerrado y vetado a los extranjeros para proteger sus preciadas y escasas reservas ecológicas de las devastadoras plagas de diseño propagadas por las multinacionales biotecnológicas, en busca de alimentos y semillas que se creían extintos. Es aquí donde conoce a Emiko, una ‘chica mecánica’ nacida en los laboratorios de manipulación genética. Como el resto de la raza de neoseres a la que pertenece, fue diseñada, programada y adiestrada para servir a los humanos. Acusados por unos de carecer de alma, por otros de ser demonios encarnados, los neoseres desempeñan el papel de esclavos, de soldados o, en el caso de Emiko, de juguetes sexuales para satisfacer a los ricos en un escalofriante futuro cercano donde el cambio climático es ya una realidad, donde los recursos fósiles se han agotado, donde las multinacionales biotecnológicas controlan los alimentos y dominan el mundo sirviéndose de tácticas bioterroristas para aumentar beneficios, y donde las personas han de recordar de nuevo qué les hace humanos. Bienvenidos al aterrador siglo XXII al que cada día nos acercamos más y más.
“La chica mecánica” (“The windup girl“) de Paolo Bacigalupi era una intriga de intereses políticos y económicos en un siglo XXII terriblemente real, donde el autor especula sobre las consecuencias del calentamiento global que tanto nos angustia hoy. Como Aldous Huxley, Ian McDonald, J.G. Ballard, William Gibson o Philip K. Dick, Paolo Bacigalupi nos lleva a un mundo distópico que tiene algo de familiar, y que por ese mismo motivo es aterrador. Parece ser una versión de pesadilla al futuro que nos presentaba Ridley Scott en “Blade Runner“, una sociedad globalizada, tecnificada, tiranizada por las leyes del mercado y sin alma, donde apenas quedan recursos y menos aún lealtades.
Pues yo recuerdo está película con mucho cariño. Quizás no llegue al nivel de Toy Story o Gremlins pero... ¿qué…