Tras el estreno de “Pulp Fiction” en el año 1994, el director y guionista Quentin Tarantino se convirtió en una estrella de Hollywood de la noche a la mañana, y su estilo de cine, un universo propio e intransferible, dinámico, violento y plagado de referencias cinéfilas, guiños y cameos, sobrevalorado por algunos y despreciado por los más clásicos y conservadores del medio, se convirtió en el emblema de una nueva ola de creadores llamado a renovar el cine norteamericano. Ganador de dos premios Óscar, dos Globos de Oro y la Palma de Oro del Festival de Cannes, nominado en numerosas ocasiones como guionista y director, autor de obras maestras del cine como “Reservoir Dogs“, “Pulp Fiction“, “Malditos Bastardos” o las dos entregas de “Kill Bill“, no ha hecho ninguna película mala. Y no hará muchas más, pues Tarantino siempre aseguró que su décima película sería la última… y ya lleva nueve.
Quizás los números no le coincidan a alguno, pues Quentin Tarantino siempre explica que sus dos “Kill Bill” son una única película. “Técnicamente, estrenamos como dos películas, y hay un cierre y créditos de inicio en cada película“, explicaba Tarantino, “pero se hizo como una película y lo escribí como una película, así que es una película“.
Protagonizada por Uma Thurman, Lucy Liu, Vivica A. Fox, Daryl Hannah, David Carradine, Michael Madsen, “Kill Bill Vol. 1” nos contaba como los miembros del escuadrón de las Serpientes Asesinas, también conocido como DiVAS (Deadly Viper Assassination Squad), irrumpen en la boda de una ex-compañera, apodada antiguamente Mamba Negra, dispuestos a matar a todos los presentes… pero ella sobrevive. La venganza de La Novia está servida. Y en la segunda entrega, “Kill Bill Vol. 2“, La Novia sigue adelante con su sangrienta venganza contra aquellos que le asesinaron a su prometido, le robaron su hija y le arruinaron su banquete de bodas. La Novia, la Mamba Negra, Beatrix Kiddo, ya ha eliminado a dos de sus enemigos, pero aún le quedan otros dos en su lista negra: Budd y Elle Driver, antes de centrarse en su último objetivo: matar a Bill.
El primer “Kill Bill“, aunque también el segundo, son obras maestras del cine de acción. Como insiste Quentin Tarantino, son una única película. Una gamberrada tan divertida como salvaje, salpicando litros de sangre sobre el espectador a golpes de katana, sobre una asesina reconvertida en busca de justicia y redención a la que Uma Thurman convierte en uno de los personajes más icónicos del cine contemporáneo.
Como es habitual en las películas de Quentin Tarantino, “Kill Bill” es un entretenido puzzle, con un reparto coral, montado con maestría para mantener el ritmo y la tensión, repleto de referencias cinéfilas, y un montón de frases brillantes y diálogos antológicos. Como en toda su filmografía, el de Knoxville no esconde su gusto por la violencia gratuita y su habilidad para construir su propio mundo ensamblando piezas a veces provenientes de material de derribo, de otros directores y cinematografías desconocidas en occidente. Aquí hay referencias y homenajes al cine de artes marciales, a las películas del director japonés Seijun Suzuki, al spaguetti western, a las películas de artes marciales de los años setenta, a “Battle Royale“, a Sergio Leone, al blaxploitation o al anime, entre otros muchos guiños.
Mención aparte a la maravillosa banda sonora, con temas de blues, disco, soul o rock japonés, empezando por el silbido del “Twisted Nerve” de Bernard Herrmann y los zooms al ritmo del “Ironside” de Quincy Jones, sin olvidar la recuperación de clásicos olvidados como “Bang Bang: My Baby Shots Me Down” de Nancy Sinatra, o “That Certain Female” de Charlie Feathers.
Curioso porque justo ahora ando enganchado a la trilogía de los Arquitectos... y en cuanto acabe con ella iré a…