Hermosa, lírica, deslumbrante en muchos momentos, no es de los Miyazakis más fascinantes quizás porque se centra más en el drama costumbrista que en la ensoñación, la magia y la imaginación desbordante de otros títulos, pero en cualquier caso es un correcto testamento cargado de melancolía.
 
 
 
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Título internacional: The wind rises.
Título original: Kaze tachinu.
Guión: Hayao Miyazaki.
País: Japón.
Duración: 126 min.
Género: Animación, biopic, drama.
Producción: Toshio Suzuki.
Música: Joe Hisaishi.
Distribuidora: Vértigo Films.
Estreno en Japón: 20 Julio 2013.
Estreno en España: 25 Abril 2014.
Calificación por edades: No recomendada para menores de 7 años.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Menos imaginativa de lo que en es habitual en el director, pero más asequible para el público menos incondicional, está más cerca del drama clásico que del fantástico, máas cercana a lo lírico que a lo épico.
 
 
 
 
 Para su testamento fílmico Hayao Miyazaki recupera la fascinación por volar que ya había mostrado en títulos como “Nausicaa” (1984), “El castillo en el cielo” (1986) o “Porco Rosso” (1992), pero esta vez su historia está más pegada al “suelo” que nunca porque es sin duda su argumento más próximo a la realidad y más alejado de la fantasía o la ensoñación. No renuncia del todo a ella, ya que al protagonista, Jiro, suele soñar con aviones y fantasea con ellos; pero más que nunca lo “real”, lo costumbrista y lo histórico ganan peso en su relato.
 
Me parece importante destacar que el guión lo firma él y me parece significativo que el joven sea un enamorado del vuelo y los aviones y que en sus sueños su admirado Caproni le diga que la “vida es sueño”. Me da la sensación que hay connotaciones muy personales en todo ello, que él se identifica de algún modo con su personaje, que comparte con él esa fascinación por el cielo, el vuelo, el viento que todo lo agita. Y esos guiños metafóricos son seguramente lo mejor de esta película, que por otro lado resulta especialmente melancólica (Como no, Joe Hisaishi firmando otra banda sonora inolvidable y marcando el tempo anímico del conjunto) .
 
 
No es de la películas de Miyazaki que más me gustan, me resulta larga, quizás porque estira un argumento que no da tanto de sí, pero como todas tiene momentos fascinantes, escenas que te transportan, que resultan visualmente de un atractivo innegable y sobretodo tiene un poso agridulce muy marcado que te deja con sensaciones contrapuestas, un ánimo dulcemente tristón y nostálgico como no podía ser de otra manera tratándose de una despedida artística.
 
El argumento trata de un joven apasionado con los aviones que se convierte en el mejor ingeniero aeronáutico de Japón en los albores de la segunda guerra mundial. Su historia le permite a Miyazaki tocar muchos temas….la ironía de que una sana pasión se convierta en pesadilla a través de la guerra, desarrolla una historia de superación personal, introduce una subtrama romántica que a la postre resulta lo más emotivo de la película y además juega con los sueños, con lo real y lo imaginado (muchas veces llegamos a no percibir qué es una cosa y otra hasta que avanza la escena) e intercala el dibujo más imaginativo con el más técnico y lineal. Hay un poco de todo en esta película, quizás en el afán de crear una última obra que englobe todo lo que le interesa.
 
 
 
Es una lástima saber que ya no hará más película el responsable de “El castillo de Clagiostro” (1979), “Nausicaa” (1984), “El castillo en el cielo” (1986), “Mi vecino Totoro” (1988), “Niki, la aprendiz de bruja” (1989), “Porco rosso” (1992), “La princesa Mononoke” (1997), “El viaje de Chihiro” (2001), “El castillo ambulante” (2004), “Ponyo en el acantilado” (2008) y colaborador en series como “Heidi” (1974), “El perro de Flandes” (1975), “Marco” (1976) o “Sherlock Holmes” (1984)….pero deja un legado imponente a la animación y de obligado visionado.