Es curioso que, mientras nosotros vivimos en una tierra con miles de años de historia, que han pisado fenicios, griegos, romanos o árabes, la sociedad occidental sigue empeñada en orientarse hacia el otro lado de los mares, a una nación de apenas doscientos cincuenta años de vida, que nos bombardea constantemente con sus pocos, en numero y relevancia, hitos en la historia de la humanidad.

Solo una línea trazada en el suelo separa dos mundos: el de los prisioneros de guerra y el de sus custodios. Si alguno de los primeros la cruza, los guardias disparan a matar. Uno de ellos, Louis Paugham, un joven recluta de la Guerra Civil americana, no sabe que aquella línea, la ‘deadline’, separa muchas más cosas: la realidad de la felicidad, el futuro del pasado, la soledad de la sociedad… y dedicará toda su vida y todos sus esfuerzos a encontrar una forma de cruzarla.

El western es un género esencial en la vida de aquellos que rondan hoy los cuarenta años, espectadores habituales de la sobremesa televisiva de los años setenta y ochenta, repletas de series de dibujos animados y películas ‘del oeste’ o ‘de indios y vaqueros’, clásicos del cine como “La diligencia” o “Río bravo”, obras maestras del séptimo arte dirigidas por el tuerto John Ford y siempre protagonizadas por John Wayne o George Randolph Scott. Pero, curiosamente, la historia de la humanidad solamente reseva un rincón pequeño, corto en el tiempo y diminuto en el espacio, a la conquista de los territorios inexplorados o indómitos al oeste del subcontinente norteamericano por parte de los colonos europeos independizados. Conquista, expansión, colonización o invasión, según quién cuente la historia de la exploración y el desarrollo del territorio occidental de los Estados Unidos (popularmente conocido como el Old West, el Wild West, el Far West o incluso The Frontier) durante el siglo XIX, y según el papel que se quiera reservar en el relato a los nativos indígenas de aquellas tierras.

Tirando de este mismo hilo podemos llegar también a un capítulo relevante en la historia de los EE.UU. pero insignificante cuando lo elevamos a la perspectiva global de la historia universal: la Guerra Civil entre los once Estados Confederados del sur que proclamaron su independencia y la Unión de los estados del norte, la Guerra de Secesión que tuvo lugar entre los años 1861 y 1865.

Sí, un conflicto bélico insignificante para el mundo pero esencial para entender la realidad de la primera potencia politica y economica del mundo en la actualidad. En el trasfondo del conflicto entre el Sur y el Norte, era una lucha entre la sociedad industrializada y abolicionista de la Unión y la agraria y esclavista del Sur, entre el ejército más numeroso y organizado del Norte y los soldados entregados a la causa y luchando en su propio territorio, pero mucho menores en número que las fuerzas de la Unión del Norte. Sea como sea, los historiadores siempre han afirmado que la Unión tenía una insalvable ventaja sobre la Confederación en cuanto al desarrollo tecnológico y la población, y que la victoria de Abraham Lincoln y el ejército capitaneado por los generales Sherman y Grant era inevitable.

No olvidemos que los Estados Unidos son la primera productora cultural aunque el concepto de ‘cultura’ para la industria norteamericana está entendida como el consumo global de productos industrializados pero no tanto como creación artística. Y esa producción masiva en forma de películas, novelas o cómics, o sus constantes e innumerables menciones en series de televisión y de animación, han elevado el estatus de una guerra regional y un conflicto nacional interno a un acontecimiento conocido e identificado por todos.

“Deadline” de Laurent Féderic Bollée y Christian Rossi, publicado en castellano por Yermo Ediciones en abril del año 2014 y editada originalmente en septiembre del 2013 por Glénat Editions, es un western crepuscular ambientado entre 1864 y 1901, durante y después de la Guerra de Secesión. Con un guión de Christian Rossi (“Las aventuras de Jim Cutlass”, “Capitán Patapalo”, “W.E.S.T.”, “Tiresias”, “El carro de Tespis”…) y el dibujo de Laurent Féderic Bollée (“Un largo destino de sangre”) nos ofrece una historia dura y descarnada sobre la búsqueda de la propia identidad en un mundo que condena a los diferentes al patíbulo.

El protagonista de la historia es Louis Paugham, soldado confederado reclutado a la fuerza por los ejércitos del sur que, en 1864, se encuentra sirviendo en el campamento de Andersonville, en Georgia, una de las peores cárceles del sur. Este joven huérfano, criado por un peculiar impresor errante que recorría los estados sureños haciendo apología del abolicionismo, se enrola en una patrulla que traslada a un grupo de presos hacia los campos de Carolina del Sur entre los que se encuentra un enigmático e indomable prisionero de raza negra, de silencio insolente. Será durante este trayecto que un acontecimiento violento sacudirá la vida de Louis, un crimen que sacudirá el alma del chico y le dejará huella, una herida terrible y profunda que le acompañará toda la vida. Un dolor que ni la venganza atenuará.

La historia de Bollée podría enmarcarse dentro del subgénero conocido como el western crepuscular de Sam Peckinpah y Clint Eastwood, que suele hablar con nostalgia y toques de romanticismo sobre el fin de esa época, muy lejos del western épico y aventurero de los clásicos como John Ford (“La Diligencia”, “El hombre que mató a Liberty Valance”,…), Howard Hawks (“Río Rojo”, “Río Bravo”,…), Anthony Mann (“Winchester 73”), Raoul Walsh (“Murieron con las botas puestas”), Fred Zinnemann (“Solo ante el peligro”) o Nicholas Ray (“Johnny Guitar”), y alejado también del spaghetti western de Sergio Leone o del chili western mejicano.

Un western dramático donde los paisajes de Monument Valley entre Utah y Arizona, los apaches y los sioux, el séptimo de caballería del general Custer y las caravanas de colonos, los forajidos que asaltan la diligencia y los vaqueros que trasladan rebaños dejan su lugar a los soldados confederados, a los bosques húmedos del sur y a las mariposas de Kentucky que obliga al lector a reflexionar sobre las numerosas fronteras marcadas por la sociedad, las líneas rojas de prohibición, la dificultad de convivir con la homosexualidad en una época en la que la tolernacia brillaba por su ausencia, el terrible peso de la venganza pendiente o el incomprensible comportamiento del ser humano en tiempos de guerra.

La edición de Yermo Ediciones, como siempre, es digna de elogio. Tamaño (grande), encuadernación (tapa dura), papel (con gramaje), y una docena de páginas de material extra, en lo que empieza a ser una marca de fábrica de la editorial catalana, con bocetos de Christian Rossi. Como venimos insistiendo desde hace algunos meses, podemos constatar que todos los cómics de Yermo Ediciones están editados con cariño y calidad, y que la selección de títulos y la cohrente línea editorial que están siguiendo la están convirtiendo en una editorial de referencia en nuestro país.

En conclusión, un cómic interesante que profundiza más en la psique humana que en el momento y lugar en el que se ambienta la historia, y que marca un nuevo paso en las numerosas incursiones del noveno arte en el mundo del western. ¡Que curioso! Es un hecho que el western ha encontrado su refugio en el cómic europeo, y más concretamente en el BD francobelga, y que desde el viejo continente se ha dado forma a un sólido imaginario del Wild West, por más que las historias transcurran en el nuevo mundo. ¿Qué le encontrará el cómic al western y a la Guerra Civil de los Estados Unidos que nombres tan ilustres como Jean Giraud y Jean-Michel Charlier y su “Blueberry”, Jijé y su “Jerry Spring”, el desfigurado Jonah Hex, “Les tuniques bleues” de Raoul Cauvin y Louis Salvérius, el trampero Jonathan Cartland de Laurence Harlé y Michel Blac-Dumont, François Boucq y Alejandro Jodorowsky y su “Bouncer”, “El Coyote” de José Mallorquí Figuerola, Antonio Hernández Palacios y sus “Mac Coy” o “Manos Kelly”, “Durango” de Yves Swolfs, “Loveless” de Azzarello y Frusin, el lonesome cowboy “Lucky Luke” de Morris y Goscinny, “Perros de la pradera” de Foerster y Bernet, el Gringo de Carlos Giménez, William Vance y Jacques Acar con su “Ringo”, “Comanche” de Greg y Hermann, “Wanted” de Simon Rocca y Thierry Girod,… y tantos otros, incluyendo a los españoles Jesús Blasco, José Ortiz, Alfonso Font, Jordi Bernet, Víctor de la Fuente y Manfred Sommer, han viajado hasta ese rincón pequeño, aunque épico, de la historia del hombre? ¿Cómo puede ser que sean autores europeos quienes han encumbrado este género en el cómic aunque sus raíces sean profundamente americanas?

La lectura de “Deadline” confirma la potencia y las bondades de un género, europeo, que aún tiene mucho recorrido. ¿Eurowestern?

Deadline
Guión: Laurent Féderic Bollée
Dibujo: Christian Rossi
Editorial: Yermo Ediciones
Fecha de publicación: Abril de 2014
ISBN: 978-849422585-7
Formato: 22,0×29,5cm. Cartoné. Color.
Páginas: 96
Precio: 24,00 euros