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Guillermo del Toro tiene a sus espaldas una filmografía apasionante que ha ido creciendo progresivamente, distinguiéndose siempre por su buen hacer con el cine fantástico. Gusten más o menos sus películas, todas tenían algo que las rescataba de la mediocridad, y por eso había mantenido una esperanza latente en sus seguidores, la ilusión de que su siguiente película fuera la que le proporcionara el reconocimiento y el salto de calidad que todos intuíamos que tarde o temprano iba a lograr. Y eso lo alcanzó, sin duda, con “El laberinto del Fauno” y “La forma del agua“.

El debut del director mejicano Guillermo del Toro fue con “Cronos“, una imaginativa película galardonada con los premios al mejor guión y mejor actor (Federico Luppi) del Festival de Cine Fantástico de Cine, nueve premios Ariel del cine mejicano y el Premio de la Semana de la Crítica en el Festival de Cannes. La película nos hablaba de Cronos, un artefacto creado por un alquimista medieval, en cuyo interior se encuentra instalado un insecto, que se alimenta de sangre y tiene el poder de ofrecer la eterna juventud. El extraño objeto llega a las manos de un anticuario, pero un viejo enfermo conoce los poderes del artefacto y estará dispuesto a todo para conseguirlo.

Original, visualmente sorprendente, con un guión que cuenta con elementos de películas de terror clásicas y que es una variación del mito de los vampiros, “Cronos” es una opera prima que ya apuntaba el potencial del director de Guadalajara y que le abrió las puertas de Hollywood. En concreto fue el hoy defenestrado Harvey Weinstein, que le ofreció su primera película en los EE.UU., “Mimic”, tras ver su primera película.

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