Después de cuatro días de Saló, de los cuales solamente aprovechamos intesamente dos de ellos, ya podemos dar un breve repaso a lo acontecido, de forma clara y concisa: lo bueno y lo malo.

saloBien.
La exposición de DDT, la oscarizada empresa catalana de maquillaje responsable de Hellboy 2 o El Laberinto del Fauno, que descubrí por sorpresa en un rincón y que, aunque pequeña y escasa, estaba bastante, bastante bien.

Las fechas me parecen muy adecuadas, justo antes del Día del Libro, el 23 de Abril. No me las muevan más, por favor.

Los premios del Saló del Còmic, que siguen sabiendo driblar los productos masivos y elegir cuidadosamente los productos y los autores más personales y dedicados.

Tripp, Giardino, Manara, Moebius,… Los autores de cómic siguen siendo personas con las ideas bien claras, que no se han dejado engullir por un divismo y egocentrismo mal entendido, propio de otras profesiones y de otra industria.

Naschy, divertido, incombustible, ingenioso y una verdadera fuente de anécdotas y curiosidades.

Abrir el Saló a otros medios distintos aunque próximos, como los videojuegos o el cine. Había un stand dedicado a las próximas novedades cinematográficas de Universal, como Hulk, Indiana Jones, Hellboy 2, La Momia 3 o Wanted.

Mal.
El Saló, como tal, es un simple encuentro de tiendas de cómics y cuatro pequeñas exposiciones. Salvo por el placer de poder interactuar con los autores y responsables editoriales en la zona de prensa o fuera del Saló, no le encuentro mayor aliciente. Sin ello, no iría.

¿Dónde estaban las grandes editoriales de rol, que antaño habían estado presentes en el Saló? Hablo de Devir o Edge Entertainment, por ejemplo.

Las exposiciones, pocas y mal ubicadas. Demasiado espacio libre.

El recinto. Salir de la Estació de França, que se había quedado pequeña, a la Fira de Montjuïc, demasiado grande no fue una buena idea. Y cambiar de ubicación dentro de la Fira, peor. El recinto es demasiado grande para lo que alberga.

Falta poder tener en el Saló a editoriales no españolas, de manera que Dargaud, Les Humanoides Associés o Casterman dispusieran de stand propio donde mostrar el material que se produce en Francia… y que nunca llega a nuestro país.

El trato a los autores, muchas veces explotados como mera carnaza comercial por parte de la organización, las editoriales y los visitantes.

El Saló es más profesional que el Salón del Manga, donde el exceso de otakus disfrazados casi roza el paroxismo circense, pero falta abrir más las mesas redondas, las conferencias y las ruedas de prensa al público en general.

La lluvia. El tiempo no se puede controlar, pero es un contratiempo para llegar hasta la puerta del Saló, ubicada enmedio de un ancho paseo sin protección. Además, la salida del Saló estaba más cerca que la entrada del Saló.

Los stands cerrados. La moda que inició Planeta DeAgostini se empieza a extender, y no me gusta que en ese afán por “defenderse” de los cacos los stands no se abrán hacia el exterior sino que opten por dar la espalda al Saló y te obliguen a pasar por un cordón de seguridad para acceder a su interior. No entré.

Las exposiciones… ¿porqué no las dejan también en manos de las editoriales? Y es que seguramente Panini hubiera podido aprovechar un buen espacio en la zona de destinada a exposición para mostrar imágenes, originales, bocetos y demás de World War Hulk, Civil War o cualquier otra saga marveliana reciente.