Hace ya unas semanas, meses en realidad, que terminé de leerme todos los libros publicados hasta el momento de "La Rueda del Tiempo", la obra cumbre, y póstuma, de Robert Jordan. Lo cierto es que me encanta esta saga, pero no me convencen nada los últimos libros publicados en España.

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Es complicado de explicar, veréis, descubrí La Rueda del Tiempo hará unos ¿8 años ¿9? y enseguida acabé cautivado por los personajes, por el mundo que Jordan nos dibujó y por la compleja trama que, volumen tras volumen, iba tejiéndose. Era impactante ver cómo la historia de Rand se ampliaba para ir acogiendo subtramas tan interesantes, o casi, como la del ciclo de la Rueda. Me sentía completamente atrapado y conforme iba avanzando, libro tras libro, me enganchaba más y más. Pero, además, la saga se convirtió en un juego especial con una chica con la que compartí un año maravilloso, allá por el 2002.

La seguía religiosamente, como ya os he dicho, aunque, bueno, cosas del destino, me detuve en el undécimo volumen, La Corona de Espadas, y tardé varios años en retomarla. No fue hasta marzo de este año, con motivo de la colección Sagas Épicas, de Ediciones Altaya, cuando retomé la lectura de estos libros, desde el principio.

Naturalmente rebasé la periodicidad de la colección, así que pedí a unos amigos que me dejasen el resto de libros y, en menos de dos meses me había leído todo lo publicado hasta la fecha de La Rueda del Tiempo (a la espera de que se publiquen los últimos tres libros escritos por Brandon Sanderson y Robert Jordan). Poco a poco iba subiendo alguna que otra reseña sobre cada uno de los libros, pero tengo que reconocer que me fue pudiendo la desidia, o más bien las ganas de leer el siguiente volumen, y no reseñé todos los volúmenes. Estaba enganchado, necesitaba leer más y más, necesitaba saber qué iba a pasar después. La trama me tenía completamente enganchado y aunque veía que Robert Jordan tenía demasiadas pelotas en el aire y que, de vez en cuando, “lanzaba” alguna demasiado alto y tardaba varios volúmenes en retomarla, seguía encantado.

Pero algo pasó, después de esperar durante tantos libros que llegase la verdadera acción, que las fuerzas chocasen armas, unos contra otros, que Rand hiciese lo que todos esperábamos que hiciese desde el primer libro (no voy a especificar el qué, pero lo hace en torno al decimocuarto libro, que ya es tomárselo con calma…) me fui desenganchando de la saga. Los últimos libros se me hicieron especialmente pesados e incluso tarde varias semanas en acometer, y concluir, la lectura del decimoséptimo libro, Asedio a Tar Valon, porque, sinceramente, Jordan se había perdido en sus adornos.

Me explico; me encantan los detalles con los que describía el carácter de los personajes, especialmente los femeninos, ese tirarse de la trenza, arreglarse el vestido, ruborizarse, soñar despiertos, no entender a los mujeres/hombres, etc, me encantaba. Esas detalladas descripciones de los personajes, ciudades, ambientes… eran una maravilla. Pero, señor Jordan, llegamos a un punto en el que cansaba. De hecho la cosa llegó a un punto en el que, directamente, me saltaba uno o dos párrafos porque se repetía en exceso (incluso recuerdo un párrafo calcado al del libro anterior, aunque ahora mismo no puedo situarlo con certeza).

Sí, veíamos, y veo, en el horizonte que se avecinaba algo GRANDE, con mayúsculas, algo que estábamos esperando desde el primer libro, y también un buen puñado de cosas que jamás hubiésemos imaginado. Pero la paja era tanta, las historias alternativas, la miríada de personajes secundarios, terciarios y, otros, totalmente prescindibles, era tal que… me perdí. Me perdió.

Así que no pude lograr mi objetivo de leerme La Rueda del Tiempo en mes y medio, de hecho la lectura de Asedio a Tar Valon se me alargó tanto que, creo, lo terminé en ¡junio! cuando, otros libros (calculad unos 14 libros entre medio), con una trama menos ambiciosa conseguían captar mi atención antes que el decimoséptimo libro. Diecisiete. Una cantidad tal de páginas que, en fin, habría que inventar una nueva clasificación literaria, porque obra coral no basta. Saga tampoco. Culebrón televisivo sería lo más cercano. O, más bien, cliché-culebrón.

Y aquí estamos, a un par de meses de que se publique en los USA, The Gathering Storm, el primero de los tres libros que, por fin, pondrán el punto y final a La Rueda del Tiempo (o al menos a la historia principal, porque, según parece, el filón da para mucho) y yo he perdido la mayor parte del interés que esta saga despertó en mi. Tengo todos los libros, o los tendré, y supongo que compraré los tres últimos libros, pero es una pena ver como  ha ido perdiendo interés y fuerza, como los adornos han entorpecido la trama y como la multitud de personajes creados por Robert Jordan han aplastado una historia épica, que, espero, puede reflotar con la colaboración de Brandon Sanderson, un autor que trae sangre fresca y del que espero muchísimo. Espero que le devuelva la gloria a La Rueda del Tiempo y que se deje de los oropeles y se centre en la historia porque, ahora estoy seguro, Robert Jordan ya no era capaz. Buena prueba de ello es ver que el último libro, A Memory of Light, se ha tenido que dividir en tres, porque no se podía cerrar la trama en uno solo. Tanto se perdió Jordan.

Esperemos que estos últimos libros realmente sean un recuerdo de la luz, un recuerdo de la luz con la que brilló La Rueda del Tiempo en nuestras mentes y corazones.